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PrensaNoticiasEl cazador de letras

El cazador de letras

Por Irene Torres

A Ruti es común verlo en cada actividad literaria de Monterrey. O en otras ciudades. Siempre es de los primeros en la fila para la firma de libros con el autor. Si lo describo y usted es lector(a) y asiduo(a) visitante a las presentaciones o ferias literarias, seguro lo reconoce: mediana estatura, cabello despeinado y negro, tez morena, mochila al hombro y libros bajo el brazo. Y lo que nunca le falta: una sonrisa. Carlos Rutilo Aguilar siempre está sonriendo.

Es conocido entre los maestros, estudiantes y directivos de la UANL porque siempre pregunta qué autores visitarán UANLeer, o el Festival Alfonsino, la Escuela de Verano, la Facultad de Filosofía y Letras… A Carlos le interesan los libros, escuchar a los autores y compartir lo que lee; eso lo llevó a concursar y formar parte de la primera generación de estudiantes del Centro de Creación Literaria al que convoca la Editorial Universitaria; actualmente es recién graduado de la licenciatura Letras Hispánicas de la FFyL. Tiene 24 años y su historia con los libros está llena de encuentros emotivos y anécdotas fascinantes.

Carlos nació en Apodaca, Nuevo León, pero como sus papás viajaban de ciudad en ciudad vendiendo flores naturales o artificiales en las calles, la vida lo llevó a ser registrado en el municipio de Ixhuatlancillo, Veracruz, en el que tienen como lengua materna el náhuatl. Ahí pasó sus primeros años de educación básica; le tomó trabajo salir airado de la Primaria: no sabía leer en español. Fue uno de los muchos niños y niñas que diariamente enfrentan este reto: estudiar en una lengua diferente a la que conocen.

“Mis padres no sabían leer ni escribir, y debido a su trabajo y conociendo las incertidumbres que esto puede causar cuando las ventas y los negocios no salían bien, quisieron que yo entrara a estudiar. Los primeros años en la primaria fueron difíciles porque yo no sabía hablar español. Cuando entré a la secundaria algo me decía que tampoco había aprendido a leer muy bien porque me costaba mucho trabajo descifrar algunas cosas en los libros de texto”.

Y aquí viene la maravilla de los libros y la literatura; y la importancia de maestros lectores: 

“Tuve la suerte de que en segundo de Secundaria el maestro de Español, Nabor Islas, nos leía en voz alta algunos fragmentos de Pedro Páramo, de Juan Rulfo, y el cuento de El guardagujas, de Juan José Arreola. Algo de lo que había escuchado me había motivado a imprimir los textos y leerlos en voz alta en mi casa porque en ese tiempo no tenía libros”.

Ese fue el enamoramiento de Carlos con la literatura y fue ésta la que lo llevó a elegir su carrera. Nadie lo creía posible; incluso su madre, siendo sincera con él, una vez le confesó que sólo había pensando en que terminaría la secundaria para conseguir un trabajo y recibir un ingreso seguro. Pero él tenía otros planes: ser el primero de su familia en terminar no sólo la primaria y la secundaria, sino también la prepa y contar con una licenciatura. Y es que entrar a la Facultad de Filosofía y Letras no fue una casualidad; era una meta.

“En tercero (de secundaria) había escuchado de la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL y de la Normal Superior, y yo quería estudiar algo que después me ayudara a regresar a mi pueblo a enseñárselo a los niños y jóvenes de allá. Como no teníamos mucho dinero para entrar en alguna preparatoria de la UANL, decidí entrar en el CECyTE, Apodaca, donde conocí a la maestra Gabriela Covarrubias, que era la coordinadora de Arte y Cultura”.

Ruti ve en ella la clave para lo que acontecería después, pues la maestra les leía en voz alta poesía de Olga Orozco (su poeta favorita), Enriqueta Ochoa, Octavio Paz… También le regaló algunos libros como Fahrenheit 451, de Ray Bradbury.

 Y fue quien le habló de otro autor: Carlos Fuentes. Estaba conmocionada por la por la muerte del escritor mexicano y se lo compartió a Ruti. Era mayo del 2012; con su tocayo Fuentes, el joven descubrió lo que quería estudiar:

“En el verano de ese mismo año tuve que viajar a Celaya, Guanajuato, donde mis padres tenían unos 6 años de estar viviendo, trabajaban en un vivero para no tener que volver con las incertidumbres de las calles. Fui a hacer algunos trabajos de jardinería y con el dinero que me habían pagado fui a una pequeña feria de libros piratas (en esos días no sabía que eran piratas) y pregunté por los libros de Carlos Fuentes”.

El señor de los libros piratas le recomendó Aura; y junto con esa novela Carlos compró Crónica de una muerte anunciada, de Gabriel García Márquez. En el vivero, cuando empezó a hojear Aura,  ya no pudo soltarla. Leyó y releyó el libro. 

“En ese momento supe qué era lo que quería estudiar y dónde, y también mis ganas por escribir crecieron”. 

Presentó dos veces para la Facultad de Filosofía y Letras; la segunda, piensa, le trajo suerte que en el examen de admisión incluyeran preguntas sobre la obra Carlos Fuentes; lo vio como un presagio. Había logrado reunir dinero y libros; tanto la maestra Gabriela como el poeta regiomontano Armando Alanís Pulido le habían abierto las puertas de su casa para que les organizara sus respectivas bibliotecas; le pagaban por esta labor y le comenzaron a regalar algunos libros que tenían repetidos. Armando Alanís también compartió con él sus “secretos” para hallar libros en las librerías de viejo; estaba listo para entrar a la carrera de Letras Hispánicas. Tenía las lecturas y había ahorrado dinero.

“En mis ratos libres los leía y en varias ocasiones me prestaban o me regalaban varios ejemplares que tenían de libros repetidos de autores, como José Saramago, Alejandra Pizarnik, Mario Vargas Llosa, Umberto Eco y Fernando del Paso, entre otros. Me apoyaron mucho para entrar a la carrera de Letras Hispánicas y de ir armando mi propia biblioteca. Si ya tenía decidido lo que quería estudiar, mi entusiasmo crecía gracias a las actividades culturales que realizaba la UANL con la UANLeer y el Premio Internacional Alfonso Reyes”.

Es precisamente el Premio Internacional Alfonso Reyes 2014 el que marcó la vida del joven lector y escritor, pues conoció al homenajeado de esa edición: Fernando del Paso. Estuvo, por primera vez, frente a un autor de gran trayectoria internacional vivo, y no sólo eso, coincidía con que en ese momento él leía Noticias del imperio. De nueva cuenta, sentía que había una conexión y debía ir. Esa fue también la primera vez que Carlos pisaba Ciudad Universitaria. 

“El libro que se gana el título como el corazón de mi biblioteca sigue siendo Noticias del imperio, debido que el autor estaba muy enfermo y aun así se animó a dejar su rebanada de pastel (era su cumpleaños y la Capilla también lo estaba celebrando) y me hizo una señal de acercarme a él como si fuera un especie de Gato Garfield gigante; venía vestido de anaranjado con unos lentes negros. Me pidió los libros y la pluma, y que gritara mi nombre porque él no podía escuchar ni hablar bien. 

“Cuando terminó de firmar mis libros me preguntó mi edad y le dije que tenía 18 años, entonces sonrió y me dijo que era muy joven. Cuando yo le pregunté por qué la pregunta, señaló atrás de mí donde alcancé a ver una fila de señores con sus libros en los brazos”. 

La Feria Universitaria del Libro UANLeer 2015 quedó marcada en el corazón de muchas personas; La Alianza Francesa era la invitada de honor, y la quinta edición de UANLeer pintaba para ser su consolidación como una de los eventos literarios más importantes del Norte del país; crecía su número de actividades, el programa reunía a cientos de autores (as) locales, nacionales e internacionales, y el invitado de honor era Jean Marie Gustave Le Clézio, Premio Nobel de Literatura 2008; el universitario estaba en un semestre “sabático” y nuevamente la casualidad tocaba a su puerta: en ese tiempo había descubierto Desierto, una novela de Le Clézio. 

“Recuerdo que esa experiencia también fue hermosa porque antes de firmarme me preguntó de dónde venía, y cuando le dije él me hizo la siguiente pregunta: “¿Kéni mutuka?” (¿Cómo te llamas?”), me habló en náhuatl y la variante que se sabía coincidía con el mío. 

“Al día siguiente me firmó otros dos libros después de haber respondidos a algunas de mis inquietudes delante del público en una conferencia magistral que había impartido. Ya no me preguntó por mi nombre y en el libro colocó la siguiente dedicatoria: “a Rosario y Carlos, compartiendo la cultura mexicana”. Un mes después también fui a “cazar” a Mario Vargas Llosa hasta el hotel Quinta Real, y la experiencia también fue increíble”.

Carlos también ha conocido a Ida Vitale, Enrique Fierro, Elena Poniatowska, Sergio Ramírez, Juan Villoro, Jaime  Labastida, Ernesto Cardenal, Julio Ortega, Nélida Piñón, Héctor Perea, Eduardo Lizalde, Coral Bracho, Elsa Cross, Alberto Ruy Sánchez, Luis García Montero, Norman Manea, Alessandro Baricco, Fernando Savater, Eduardo Antonio Parra, Ángeles Mastretta, Adonis, Javier Cercas, Antonio Muñoz Molina, David Huerta, Gonzalo Celorio, Javier Garciadiego, Imanol Caneyada, Xavier Velasco, Élmer Mendoza…

Dice que la última vez que contó sus libros firmados tenía alrededor de trescientos. Trescientos; y otros que ha encontrado, pues cuenta con ejemplares firmados por Carlos Fuentes que halló en librerías de viejo. Y de muchos tiene anécdotas, como la que recuerda con Ida Vitale: 

“Recuerdo que la conferencia que impartió Ida Vitale por el Premio Internacional Alfonso Reyes fue en la UDEM, y yo tomé tres camiones para llegar hasta ahí. Cuando Enrique Fierro me vio llegar me dijo entre risas: ‘Ya perdí la apuesta con Ida, me dijo que te soñó y que hoy también te encontraríamos’”. 

Con Sergio Ramírez tiene otra: pasó de pedirle una firma en 2016, en Colegio Civil, a ser su entrevistador en 2018, en una mesa de la Facultad de Filosofía y Letras que compartió con él.

Carlos vive con su tía, a la que ve como su segunda madre. Sus papás se instalaron en Celaya y como la vida de él ya estaba en Apodaca, decidieron que se quedara con ella; él viaja en vacaciones con ellos y les ayuda en el vivero y en trabajos de jardinería. Ahorra todo lo que puede, lo que le ha permitido viajar a la feria del libro más grande de Iberoamérica: FIL Guadalajara. El amor por los libros y la literatura de Carlos es tan grande que ha sacrificado hasta alimentarse y dormir bien por uno o dos días con tal de estar presente en la fiesta librera más grande de nuestro país.

“Lo que hacía era calcular solamente el precio del autobús en ida y vuelta, y una vez estando ahí pasaba la noche en la central y sin comer un día debido que todo lo que llevaba era muy exacto. Apenas el semestre pasado, ya con otro trabajo más estable, me tocó dormir en una cama en la ciudad de Guadalajara y comer algo entre sus calles porque un amigo quería conocer a Mario Vargas Llosa, y se ofreció a pagar el hospedaje y los vuelos, y que después se los fuera pagando en fechas más cómodas. 

“Mis primeros dos viajes a la FIL de Guadalajara (2016 y 2017) no son nada recomendables; aunque la experiencia es algo que no me gustaría cambiar”.

La pregunta de millón

¿Cuántos libros tienes?, se le pregunta: “ Hace dos años me di a la tarea de contarlos y en ese tiempo tenía alrededor de 724 libros, pero cuando me dieron la beca del Centro de Creación Literaria muchos de esos recursos se fueron en ellos, los libros. Tenía una amiga que trabajaba en el FCE y me daba su descuento del 80 por ciento, y en Celaya algunos de los libreros me regalaban cajas de libros que sabían que no se iban a vender a pesar de estar ahí algunas novelas de William Faulkner, James Joyce, Henry James, Kenzaburo Oe, Miguel Delibes, entre otros. Me parece que esta pregunta tardará mucho en ser contestada por el momento.

El futuro de Carlos

Como se mencionó anteriormente, Carlos fue becario de la primera generación del Centro de Creación Literaria de la Editorial Universitaria, gracias a esa beca pudo hacerse de más y más libros. Desde luego, también con su sueldo, ya que ahora trabaja como corrector de estilo y es el responsable de la generación de contenido en la Facultad de Filosofía y Letras.

Entre sus próximo proyectos se encuentra entregar el poemario que trabajó con el escritor y director de la Editorial, Antonio Ramos Revillas, mismo que también trabajó con el maestro Eliseo Carranza, de quien fue alumno en el Primer Taller Generacional de Poesía, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL.

“El poemario se llama Carmen, y está dividido en tres secciones: Tlacuica, Carmen y Sofía. La primera sección viene del náhuatl y quiere decir “canto” o “canta”, y es donde los poemas están entremezclados con el español y náhuatl. Las otras dos secciones  van más inclinadas hacia lo que cada nombre quiere decir, como es el caso de Carmen, que significa poema; y Sofía, que es pensamiento”.

Su magno proyecto tiene que ver con el autor que le cambió la vida: Carlos Fuentes. Quiere realizar una tesis sobre su obra.

“La obra de Carlos Fuentes fue lo que me motivó a entrar a la carrera, y si no termino parte de este proyecto tal vez viviré con una angustia que no me dejará dormir por un buen de tiempo.  Ya tengo algunos capítulos publicados en las revistas de Deslinde y Cathedra. Agradezco también al maestro Eliseo y a mi amigos Ricardo Aguirre y Leo Zapata por el apoyo que me han brindado para continuar con este proyecto. 

“Por el momento sólo pienso en estos dos proyectos que tengo presentes, una vez terminadas me encantaría estudiar alguna maestría relacionada con la literatura y también volver a mi pueblo y ver de qué manera podría yo también apoyar a los más jóvenes y conseguir que tenga las mismas oportunidades que hasta el momento he tenido. Creo que esa es la promesa que también me he hecho a mí mismo desde que entré a la universidad, y espero poder cumplirla algún día”.

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