Por Irene Torres
En estos días de contingencia una de las primeras editoriales que “liberó” libros para descarga gratuita fue Anagrama. Para aminorar los días de encierro la editorial ofreció a sus lectores (y tal vez nuevos lectores) Fiesta en la madriguera, del mexicano Juan Pablo Villalobos; Mis documentos, del chileno Alejandro Zambra; Las cosas que perdimos en el fuego, de la argentina Mariana Enríquez; Años felices, del español Gonzalo Torn; y Un buen detective no se casa jamás, de la también española Marta Sanz. Cinco títulos y cinco autores que dejan ver la diversidad de temas que Anagrama publica desde hace casi 51 años. Su catálogo, conformado por más de 4 mil títulos, sin duda forma parte de la historia literaria de Iberoamérica.
Su fundador, Jorge Herralde, inició en 1969 la editorial formalmente, pero desde un año antes hacía los ajustes para lanzarla. El 68 fue un momento “movido” en la Historia de nuestro mundo, y Herralde ve en esos años la postura radical que marcó a Anagrama.
“Yo venía de una familia metalúrgica y estuve piafando como los caballos hasta conseguir, después de varios intentos fallidos, fundarla (la editorial). Eran tiempos tan exaltantes en la política: era el mayo del 68… en España estaba Franco, que creíamos que era su fase final y fue una semi final… Fue una editorial política radical, y esto me satisfizo mucho; salimos adelante”.
Lo anterior, para Herralde, es uno de los sucesos que han hecho de Anagrama la editorial que es hoy: una fuente de autores noveles y nóbeles. Otro hecho, según sus palabras, es cuando llega la democracia a España: “mucha gente, incluido yo, y muchos lectores que habían soñado con la utopía del hombre nuevo, veíamos que se había convertido en una democracia insípida. Esto provocó que editoriales tuvieran baches económicos porque se quedaron sin lectores de un día de otro”. Pero Anagrama, una vez más, salía a flote.
Otro aspecto que ayudó a superar sus crisis fue el lanzamiento de Panorama Narrativas, la colección que publica a nivel internacional a las nuevas plumas y a los clásicos que “rescata” del olvido: “A pesar de que eran autores desconocidos o poco conocidos, había un número de personas que empezaron a ser lectores; en un año y medio reflotó la editorial que andaba seriamente afectada por las crisis”.
Justo en su aniversario 50 la editorial llegó al número mil; el título fue La única historia, de Julian Barnes.
Anagrama ha sido visionaria, o mejor dicho, Jorge Herralde. En 2007 inauguró la Cátedra Anagrama UANL y en esa visita, además de hablar de libros, autores y demás, comentó al respecto de lo que estaba de “moda”: el libro electrónico y el futuro del libro impreso. Sus palabras fueron: “El libro electrónico no desplazará al libro impreso”, aún y cuando en ese entonces por todas partes se hablaba de lectores que cambiarían la hoja por los clicks. Y tuvo razón: no sólo no lo desplazó sino que el mercado editorial cambió drásticamente: ahora se publica más.
“En el 2000, en un congreso internacional, habían unos empresarios del libro electrónico con discurso apocalíptico, que en cinco años el libro de papel iba a desaparecer y que nosotros los editores de papel éramos unos pobres idiotas. En la prensa se hizo mucho eco – en la prensa lo que vende es lo apocalíptico- pero yo nunca creí en eso, y funcionó sólo porque en Estados Unidos y en Reino Unido había el precio libre de los libros y esto provocaba que podían hacerse enormes descuentos y desplazar al libro en cierto manera. Y esto no sucedió en Europa; hubo intento de presión de precio libre en Francia y España, pero reaccionamos contundentemente dando guerra y no se llevó cabo”.
Además, en los años 70 Anagrama era abierta a toda heterodoxias posibles: políticas-todo a la izquierda-, antiestalinista, publicaban a Trotsky, y feminista: en 1975 publicó La liberación de la mujer: la larga lucha, de Juliet Mitchell; y en 1978 lanzó la colección La Educación Sentimental, conformada por obras feministas, lésbicas, gays, trans… incluso es considerada la primera colección en temas LGBTTTI (¿cómo olvidar el éxito de La chica danesa?).
Lo que no cambia, dice Herralde, son los autores y autoras que publican en su editorial. Aunque las décadas vienen una tras otra, con sus cambios, diferencias y similitudes, hay algo que Anagrama no ha modificado: la selección de sus escritores y escritoras.
“El tipo de escritores que nos gustan son los que se juegan la vida, por así decirlo, en un libro; hay muchos youtubers jóvenes and company, pero no están en ese rubro.
“También hacemos de agentes y para mí es una gran satisfacción ver crecer a un escritor y decir ‘aquí hay talento’. A veces hay talentos efímeros que duran un libro o libro y medio, pero ver cómo van creciendo para mí es una cosa muy especial y gratificante”.
*Entrevista realizada en marzo de 2019.